jueves, 20 de diciembre de 2012

El mundo se está realmente acabando

No será un meteorito gigantesco que nos traiga una versión en vivo y en directo del apocalipsis, no será un rayo venido del centro de la galaxia como predice el fin de la cuenta en un calendario mesoamericano, no habrá drásticos cambios de magnetismo en los polos. No, nada de eso, el mundo no se va a acabar así. Se está acabando de una manera más lenta y mucho más triste.

El mundo se le vino abajo a Mateo, un niño que habla fuerte, que no entiende mucho de ordenes, que muchas veces no logra dominar su propias emociones y que padece de una leve dificultad que lo hace infinitamente diferente y excluido por los demás.

Mateo se preparó en su casa para el baile de fin de año de su colegio. Le pidió ayuda a su mamá y a su hermano mayor, Marcelo, que también vive problemas semejantes,  para ensayar. Concienzuda y tercamente ensayó, y trató de dominar su cuerpo, y a su personal manera lo logró. No lo hizo con los demás niños de su colegio, ni con la maestra, allí permaneció al margen, no quería que se burlaran, como siempre de el. Un corazón de niño, sobretodo el de un niño especial, es sumamente frágil, desde muy pequeño aprende a vivir rechazado y a defenderse de la mofa de los demás. El no quería ser el bailarín central, ni el mejor, tal vez que le dejaran ponerse el disfraz tan bonito que usaban los demás, tal vez que lo dejaran bailar al fondo allí donde sólo su mamá lo vería.

Pero no, este mundo se está acabando, por lo menos la humanidad está escaseando, y mucho. La maestra no le dio a Mateo el honor de bailar con los niños “normales”, no dejó que Katy, la mamá, viera a su hijo bailar aunque fuera en el rinconcito . No, eso es demasiada humanidad, es demasiado respeto, es demasiada bondad, aunque estemos en navidad, aunque se conmemore la venida del hijo de un dios que, según cuenta la leyenda, dio su vida por sus hermanos. Mateo se puso en fila cuando repartieron los disfraces pero a el no le tocó y no entendió y lloró con toda el alma y sintió rabia por no ser tratado como los demás.

Ojalá este fin de semana, en casa, nos juntemos la familia de Mateo y la nuestra para verlo bailar. Ojalá nuestros aplausos, casi clandestinos, sirvan para darle un poco de esperanza y el nos regale una sonrisa, eso si que sería el mejor regalo de navidad.

viernes, 27 de abril de 2012

Pablo cumple 10

Hoy el pablo, mi hijo más pequeño, tomo la drástica decisión de pasar a contar los años con números de dos cifras, mala decisión… ¿Cómo se le dice que ser grande no es lo mejor? que uno se va llenando de prejuicios, de dogmas, de reglas, de normas.

Cuando uno es niño el tiempo pasa con toda parsimonia y se regala para que te puedas aburrir, y un mes es como un año, y las vacaciones son largas y un día de juego con los amigos dura como siglos en la memoria.

Hoy estaba clasificando canciones de los viejos Jaivas, y la que me gusta es del año 72 del siglo pasado ¿Cómo diantres hago para explicarle a mi hijo que “Todos juntos” es del siglo pasado y que por ende su padre también? Pero peor que la noción del tiempo ¿Cómo me las ingenio para que le guste una música tan remota como “Los Momentos” de los Blops? (Además como le cuento que a mis quince, o sea cinco años más de los que tiene ahora, con el Marco Iván la escuchamos durante horas… podrá un hijo de la Internet y de la inmediatez entender que uno escuchaba la misma pinche canción por horas).

Hoy mi hijo pequeño cumplió diez años, estoy convencido que el mundo que le toca no es ni el reflejo del mundo que soñé para el y su hermano, y tal vez peor que yo no soy ni por asomo lo que deseaba ser. Espero poder transmitirle la llamita de la irreverencia y de la contradicción, de que todo lo que ves no es, o al menos no debería ser. Creo que voy a esperar un tiempo para contarles las barbaridades y estupideces de la humanidad, y lo voy a dejar ser niño por unos años más, sin decirle que a mi me tocó dejar mis raíces, mis amigos, mi casa, mi colegio, justo cuando tenía 10 años.