jueves, 3 de junio de 2004

Pensando en paternidades

Las mujeres cuando van a ser madres se tornan un bicho muy raro y extremadamente susceptible, y las palabras que hoy profiero deben venir desde la rabia de nunca poder serlo, pero en verdad creo que últimamente he logrado desacralizar un poco la maternidad y tomarla por una suerte de trampa con la cual las hembras de la raza humana atrapan en pareja a este animalejo cada vez más escurridizo que es el hombre del siglo XXI.
Pero ¿Por qué no queremos procrearnos, al menos parte de los machos de la raza? ¿No era que formaba parte de nuestra genética? ¿No era este medio el camino hacia la felicidad absoluta y completa? ¿Ser padre no era lo que todos queríamos? ¿No es al fin y al cabo la razón de ser de la especie?
Viéndolo desde mi, sospecho que algo tiene que ver con el hedonismo que inunda esta parte de la historia de la humanidad, con la búsqueda absoluta del placer instantáneo, sea cual fuera el precio que este tenga, creo que tiene que ver con la negación del pasado y del futuro, con un vivamos un presente feliz –sin definición clara de lo que es la felicidad– que mañana no sabemos lo que nos espera. De hecho pienso que tiene que ver, y mucho, con que asumir responsabilidades cada vez nos duele más, o que lo hacemos muy a regañadientes.
Para terminar, y casi en tono de disculpa, también sé que mis dos hijos en tiempos y realidades muy distintas de mi vida me han ensañado la manera de dar cariño sin esperar absolutamente nada a cambio y eso no tiene precio.

1 comentario:

Mauricio Sougarret dijo...

Let: ya se puede ser anonímo ;)