Algunos de mis amigos no van a entender el porqué de tanta felicidad, algunos no van a saber porqué ayer casi casi me puse a saltar de puro contento. Se murió el viejo, el tirano, el dictador, el que separó a tantos, el que torturó a tantos, el que asesinó; violó; privó de sueño; volvió loco; desapareció, exiló; el que en resumidas cuentas destrozó la vida de tantos se murió.
La alegría tal vez no llegó, o tal vez se demora en llegar, no importa, Augusto Pinochet se murió, y ni siquiera nos dio el gusto de morirse condenado por la justicia, por ladrón y por asesino, ni siquiera nos dio ese placer. Debo reconocer que ya no soy tan radical como solía ser, yo no quería que lo fusilen o que lo degollen o que lo torturen, yo sólo quería que se muriera sabiendo que robó y que mató, y que en eso no hay nada de que enorgullecerse, que su vida no es la que el pintó, no fue ni siquiera un buen soldado, mató a varios de sus compañeros de armas, mandó a matar a Pratt, no fue solidario ni siquiera con los tiranos vecinos traicionando a Argentina en la estúpida y sangrienta guerra de las Malvinas, que se llevó la vida de tantos buenos pibes. Bueno Sr. Gorila, espero que el infierno exista para que Ud. sea recibido como se merece.
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